Hola amigos, hoy os voy a relatar mi tercera etapa, desde Shira a Baranco, pasando por Lava Tower a 4.700 metro de altitud.
El día amaneció con sol y tras desayunar en nuestro hotel de cinco estrellas, partimos hacia Lava Tower a cuatro setecientos metros de altura. el paisaje había cambiado, teniendo ante nuestros ojos llanuras de lava en polvo. Al mediodía alcanzamos la altura más alta de ese día, Lava Tower, dónde nos esperaba el restaurante de cinco tenedores, por lo menos por las vistas excepcionales. Luego el descenso hasta Baranco entre Senecias y Flores del Kilimanjaro fue perfecto hasta llegar a dormir a Baranco.
Aquí os dejo una fotos y un trozo de mi libro «Las lágrimas de la noche».
Además os recuerdo, que hasta el 11 de Abril podéis leer mi libro «Historias de una Tierra» yendo a mi biblioteca, pinchar en el libro y luego en el enlace de Google Play Book, y a leer.
Que lo disfrutéis.
El resumen de hoy, refleja en un momento de peligro en el que escapan de la salamandra azul. Luego más tarde, bajo el manto de estrellas Cintya añora a su madre e intenta descubrir con su mirada las tintineantes luces de su aldea.
Apenas la habían reemprendido, un sonido horripilante llegó hasta ellos. Al instante todos se asustaron. Todos, menos Cintya, conocían al ser que emitía aquel grito. Era Pastk, la salamandra azul.
–Guardad las setas y escondeos –gritó Tangursk.
Al momento todos hicieron lo que el duende les había ordenado. Cintya, agarrada de la mano de Tangursk, se metió en una oquedad entra las rocas. El resto hicieron lo mismo. Tangursk comenzó a llenar de barro los pies de Cintya.
–¿Qué haces? –gritó la niña intentando impedir aquello.
–Chist, calla y déjate cubrir de barro. Aunque Pastk no nos vea, a ti puede olerte con su lengua bífida –comentó.
Para no mancharla demasiado, sacó de su zurrón una capa azul y le cubrió con ella la cabeza y parte del cuerpo, el resto lo embadurnó de barro. Cintya podía ver a través de la capa. Unos instantes después los ojos brillantes de Pastk aparecieron en el lugar. Resplandecían como antorchas en la noche. La lengua se movía con una inusitada rapidez intentado recoger cualquier efluvio de los viajeros. Un grito estuvo a punto de salir de la garganta de Cintya, pero Tangursk, con su mano vigorosa pero delicada, lo impidió. Durante cinco minutos Pastk estuvo palpando con su lengua toda la zona, pero sin resultado, por lo que siguió su camino aguas abajo. Pasado el peligro todos salieron de su escondrijo. Cintya se acercó a las aguas y se lavó la cara y las manos. El vestido no tenía lugar, pues no iba a ir mojada el resto del camino.
–Porspick está cada vez más cerca –exclamó Pounduck.
Todos asintieron con la cabeza.
–Sigamos, aún estamos a mitad de camino –dijo Tangursk.
–¿Por qué no nos dividimos?
La que así había hablado era Inmalick, la ninfa de la tierra. Tras pensarlo unos segundos, fue Falarick, el hada, la que contestó:
–Pienso que será lo mejor. Si Inmalick y yo salimos a la superficie haremos pensar que vamos por el aire. Mondevuck y Pounduck pueden ir por el campo, haciendo creer que vamos caminando. Mientras que tú… –dijo dirigiéndose a Tangursk– …y la humana, podéis avanzar todo lo que podáis por aquí.
–Está bien –dijo Tangursk–, hagámoslo así.
Al momento se separaron. Mientras el resto buscaba un sitio por donde salir a la superficie, Tangursk y Cintya retomaron el camino. Poco a poco avanzaban entre rocas, fango y el agua que a veces caía como lluvia persistente entre las raíces. Otras eran las maravillas de piedras preciosas que lavadas por el agua brillaban como estrellas. Ya era de noche cuando salieron al exterior por una cueva desde la cual se podía ver gran parte del bosque de Tangará. La noche era cálida para la época. Las estrellas brillaban con intensidad en el cielo. Cintya empezó a buscar con la mirada.
–¿Qué buscas? –dijo Tangursk con dulzura.
–Estoy buscando mi aldea.
Con un gesto amable, Tangursk cogió la mano de Cintya y la movió indicándole un lugar. La niña miró hacia donde estaba su aldea. Apenas unas pequeñas luces revelaban al ojo experto dónde se hallaba. Unas lágrimas brotaron de sus ojos recorriendo su rostro.
–Lo siento, mamá –balbuceó.
–No llores –dijo Tangursk mientras le alcanzaba un poco de comida.
–Mi madre estará llorando en la ventana –exclamó Cintya acongojada.
–No te preocupes, si salimos vencedores en esta lid, te prometo que lo arreglaré –dijo con firmeza el duende.
–¿Cómo? –preguntó esperanzada la niña.
–Eso es cosa mía; pero te doy mi palabra de consejero del Consejo del bosque de Tangará que lo haré.
Cintya se durmió mirando aquel pequeño reflejo en el centro del bosque de Tangará.
Aquí teneis las fotos.
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Gracias.
Un riojano esperanzado.
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