
Hola amigos, hace unos días acabé mi último libro, «Yo, Templario», una interesante aventura escrita sobre un tema del que no se ha hablado nunca.
Os voy a dejar unas cuantas líneas del primer capítulo:
El débil lamento de un susurro apenas lograba romper el denso silencio de aquel oscuro y húmedo lugar. Afuera, la noche era casi total: negros nubarrones cabalgaban por el cielo, impidiendo que la luna iluminara el paraje. En el interior, apenas brotaba de la garganta de aquel hombre una especie de oración, un murmullo devoto.
—In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti —se escuchó en la estancia sombría.
Nadie respondió, aunque aquello bien podía ser el inicio de una confesión. Unos segundos después, la misma voz reanudó su confidencia.
—Mi Señor Jesucristo —exclamó con humildad—, yo, Antonio, caballero de la Orden del Temple, me presento ante vos para solicitar el perdón de mis pecados. Es probable que, dentro de unas horas, comparezca ante vuestra presencia, y no deseo hacerlo cargado de culpas.
Hasta la Próxima.
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